Audio libro del primer capítulo del libro El arco del perdón de Keneth Wapnick.
Ken Wapnick es uno de los maestros más destacados de Un Curso de Milagros. En este libro, El arco del perdón, Ken nos ayuda a entender el perdón desde el punto de vista de UCDM. El perdón NO dualista que nos permite aprender de cada situación dolorosa y aplicar el auténtico perdón a cada ser y situación de nuestra vida para así, entender mejor nuestro verdadero propósito en este mundo.
Introducción del libro El arco del perdón.
Nuestras vidas como aulas
de clase
Uno de los cambios más importantes que los estudiantes de Un curso de milagros pueden hacer es considerar sus vidas como aulas de clase y aceptar que son mentes que
eligen aprender lecciones o de Jesús o del ego. Cuando hablamos de ver nuestras vidas de esta manera, hablamos de hacer un cambio en cómo lo vemos todo. Ciertamente, podemos definir un milagro
como un cambio de percepción: pasar de la manera de mirar del ego a la del Espíritu Santo. Así, si nuestras vidas son aulas, estamos aprendiendo constantemente y la cuestión crucial es quién es
el que aprende, tal como se refleja en la pregunta que Jesús formula casi al principio del «Texto»:
«¿Quién es el “tú” que vive en este mundo?» (T-4.II.11:8).
Podemos reformular la pregunta: «¿Quién es el “tú” que aprende en este mundo?».
Por lo tanto, no podemos aprender verdaderamente de Jesús ni beneficiarnos de su curso a menos que aceptemos que es la mente la que aprende —lo que denominamos el tomador de decisiones—, no el cuerpo. Si creemos que el cuerpo aprende, nuestras vidas girarán en torno a nuestras necesidades físicas y psicológicas, y nuestro aprendizaje se centrará en cómo satisfacer mejor nuestras necesidades.
Sin embargo, como mentes, nuestro aprendizaje se centra en «un desaprendizaje», que es como Jesús caracteriza el verdadero aprendizaje (M-4.X.3:7). La parte tomadora
de decisiones de la mente aprende a desaprender su elección equivocada a favor del ego. Se nos tiene que enseñar que, cuando elegimos al ego, se nos enseñó falsamente y, por lo tanto, aprendimos
lecciones descabelladas que no nos
hacen felices ni pacíficos. Estas lecciones no le ponen fin al sufrimiento ni nos conceden vida eterna. Por eso nuestro maestro Jesús quiere que cuestionemos por qué
elegimos continuamente al ego, cuando es la única cosa que no sabe lo que se tiene que enseñar; de hecho, no sabe nada en absoluto y solo quiere el mal para nosotros.
En Un curso de milagros, Jesús nos pide muchas veces —implícita y explícitamente— que orientemos nuestro día desde la perspectiva del propósito. Nos pide que, en cuanto despertemos, pensemos en su propósito como en un aula de clases, y que luego lo reafirmemos por la noche cuando nos retiremos a dormir. Por ejemplo, en la lección 61 dice:
«Asegúrate de comenzar y
finalizar el día con una sesión de práctica. De este modo, te despertarás reconociendo la verdad acerca de ti mismo, la reforzarás a lo largo del día y te irás a dormir
reafirmando tu función y el único propósito que tienes aquí» (L-pI.61.6:1-2).
Por lo tanto, nuestro día no es para satisfacer nuestras necesidades. Siempre que comenzamos a preocuparnos por algo —una relación, una reunión de negocios o una visita médica—, hemos olvidado el propósito del día. Incluso desear que llegue el día nos dice que hemos olvidado su propósito. Si somos honestos, reconoceremos que nuestras preocupaciones se centran primordialmente en nosotros mismos como cuerpos físicos y emocionales.
Si nos identificamos con los cuerpos de otras personas y sentimos preocupación por ellos, psicológicamente es lo mismo: una bandera roja que nos avisa que hemos
olvidado el propósito de que el día sea una clase en la que aprender. Al recordar este propósito, la atención pasa de centrarse en la aprensión o el entusiasmo a centrarse en ver que, suceda lo
que suceda, es una oportunidad para
aprender más acerca del ego. Actuamos adecuadamente al hacer lo que la gente normal hace, pero una parte de nosotros observará cómo llevamos a cabo el verdadero
propósito de los acontecimientos y situaciones del día: ver cuán rápidamente nos sentimos tentados de regresar al ego, perder nuestra paz y culpar a otros por ello. Y así aprendemos que podemos
estar en paz, independientemente de lo que pase fuera. Este seguirá siendo nuestro centro de atención a medida que recordamos que siempre estamos en clase y que siempre elegimos a nuestro
maestro.
La introducción al cuarto repaso en el «Libro de ejercicios» refleja este enfoque:
«No vamos a añadir otros
pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. [El mensaje de este repaso es “mi mente alberga solo lo que pienso con Dios”]. No necesitamos otra cosa que esto para
que se nos dé felicidad y descanso, eterna quietud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. Y concluiremos cada día de práctica a
lo largo de este repaso tal como lo comenzamos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra
fe, restituyó el mundo de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría, del dolor a la paz, del pecado a la
santidad (L-pI.rIV.in.9:1-3).
Así comenzamos y concluimos el día con el recuerdo de quienes somos. Esta es una instrucción que se repite a lo largo del «Libro de ejercicios» porque Jesús quiere que cambiemos el centro de atención de nuestro día mientras continuamos con nuestra conducta normal. Cuidamos de nuestros cuerpos y de los de nuestros seres queridos; nos mantenemos a nosotros mismos y a otros, trabajamos y jugamos. Sin embargo, no olvidamos que nuestras vidas no giran en torno al cuerpo, que es un vehículo que fabricamos para propósitos de ataque y separación, pero que Jesús utiliza como un instrumento de aprendizaje para llevar nuestra atención de vuelta a la mente. No estamos aquí para sanar ni salvar el mundo, ni para cuidar de nosotros ni de los que amamos, sino para aprender. El mundo es nuestra clase, y es útil ver lo pronto que lo olvidamos, al permitir que el cuerpo sea el protagonista.
Ciertamente, este es el propósito del cuerpo. Los cuerpos dominan nuestras vidas, pues gritan: «A mí, a mí, a mí: sírveme, acaríciame, atácame, ámame; sobre todo,
préstame atención». Una astuta —pero sumamente efectiva— maniobra del ego es hacer el cuerpo tan repulsivo que se nos rechace e ignore. Después de todo, el mundo no nos odiaría tanto ni nos daría
la espalda si primero no nos prestase atención. Por lo tanto, el ego nos atrapará de cualquier manera, bien siendo buenas personas con quienes todos quieran estar, o tan terribles que todos nos
den la espalda. Seamos amados u odiados, lo único
que importa es que nos presten atención. Más adelante comentaremos que el enfoque de enmarcar nuestros días como clases provee de un ambiente seguro, protegido y
maravilloso dentro del cual, en realidad, nada externo puede hacernos daño, puesto que la mente es lo único que aprende.
En la sección final del «Manual para el maestro» —«En cuanto a lo demás»— Jesús nos asegura
que nos beneficiaremos grandemente de este marco y de pedir ayuda al Espíritu Santo:
«Si has formado el hábito de pedir ayuda en toda circunstancia o situación, puedes estar seguro de que te dará sabiduría cuando la necesites» (M-29.5:8).
Esta sabiduría no es acerca de qué trabajo tomar, en qué relación estar o dónde vivir; se trata de una sabiduría que nos ayuda a darnos cuenta de que nada tiene importancia aquí. Además, aprendemos que todo lo que pasa es un instrumento para ayudarnos a alcanzar el lugar de paz en nuestro interior. Por lo tanto, Jesús nos dice:
«Prepárate para ello cada mañana; recuerda a Dios cuantas veces puedas a lo largo del día, pídele ayuda al Espíritu Santo cuando te sea posible, y por la noche, dale las gracias por Sus consejos. Y tu confianza estará ciertamente bien fundada» (M-29.5:9-10).
En cierto sentido, esto es el alfa y omega de Un curso de milagros —el principio y el fin—; la sanación se fomenta cuando vemos lo rápidamente que tratamos de alejarnos de esta simple verdad, y entonces nos perdonamos a nosotros mismos.
Espero que te haya gustado este extracto del libro El arco del perdón. Si quieres seguir aprendiendo más sobre esta visión no dual del mundo y la vida, te animo a leer el artículo «Entendiendo la dualidad» donde te hablo con más profundidad sobre el auténtico perdón y te doy algunos recursos para aplicarlo.
Te dejo tambien el enlace para que puedas comprar el libro si te interesa leerlo completo, te lo recomiendo.
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